Recuerdo la mirada
y no recuerdo los ojos;
no reconozco la boca,
sino la sonrisa que me regaló;
no se me graba la voz,
pero sí los versos que prendió en mi oído
y las caricias que dejó en mi alma.
Recuerdo el tacto y contacto,
y se me olvidan las manos;
No reconozco la piel,
sino el perfume que dejó en la mía;
no se me graban los cuerpos,
pero sí los abrazos sinceros y el roce
que – lentamente- hizo el cariño.
Y se me borran los nombres,
y las ropas y las caras,
las figuras, las edades…
se me pierden con el tiempo.
Sólo recuerdo la esencia.
Y de la esencia, la rosa.
Y de la rosa, los pétalos.
No sé dónde lo aprendí
o si soy rara por eso.
Dicen que soy despistada,
pero no, no es cierto.
Lo que ocurre es que yo sólo…
¡sólo sé mirar por dentro!
y no recuerdo los ojos;
no reconozco la boca,
sino la sonrisa que me regaló;
no se me graba la voz,
pero sí los versos que prendió en mi oído
y las caricias que dejó en mi alma.
Recuerdo el tacto y contacto,
y se me olvidan las manos;
No reconozco la piel,
sino el perfume que dejó en la mía;
no se me graban los cuerpos,
pero sí los abrazos sinceros y el roce
que – lentamente- hizo el cariño.
Y se me borran los nombres,
y las ropas y las caras,
las figuras, las edades…
se me pierden con el tiempo.
Sólo recuerdo la esencia.
Y de la esencia, la rosa.
Y de la rosa, los pétalos.
No sé dónde lo aprendí
o si soy rara por eso.
Dicen que soy despistada,
pero no, no es cierto.
Lo que ocurre es que yo sólo…
¡sólo sé mirar por dentro!
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