Sus manos eran humanas, al igual que su cara y sus pies, quien lo veía no hallaba gracia alguna en el, era como uno más pero con un don especial. Al cantar y tocar su guitarra sus manos dejaban de ser humanas, su cara y sus pies se transformaban haciendo de el un ánge lleno de gracia, como ningún otro.
María José Baracaldo
Para un ángel de la música.
Lectores en el mundo, ya sea en España o en Colombia, Parios o África esto es para ustedes, para noches frías llenas de amor o quizás de soledad. Esto es suyo, esto les pertenece. Compartamos entre versos.
miércoles, 22 de octubre de 2014
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